Una pandemia a tres bandas: salud, ciudadanía y economía

  • 10 septiembre, 2020

Mauricio Sánchez Álvarez

Desde que empezó por allá entre febrero y marzo la llamada de atención mundial y nacional acerca de la pandemia del covid 19, me he estado preguntando¿cómo se han estado articulando tres factores clave: las medidas de atención a la salud por parte (sobre todo) de los gobiernos, las conductas ciudadanas de prevención, y el sostenimiento de la economía?Una articulación de la que se ha discutido poco, pero que -intuyo- ha podido influir sustancialmente en las decisiones que se han tomado y que marcan el desenvolvimiento de lo que ha ocurridoto.

En un principio, cuando entramos a la Jornada de Sana Distancia a fines de marzo, la idea primordial era prepararse para el advenimiento de algo feo y grave. El gobierno entonces nos dijo a los ciudadanos que tendríamos que adoptar nuevas y diferentes conductas, latosas pero necesarias:todo el mundo a su casa, que nadie se te acerque, aprende a lavarte las manos y no tocarte la cara, y practica extensamente un verbo poco socorrido: desinfectar. Desinfectar zapatos, coche, ropa, paquetes y demás. Mientras,el sector salud se apertrechó: se reorganizó, se hizo a equipos especializados y desarrolló su estrategia de vigilancia y atención. Y la economía, preparándose para una recesión, se dividió en dos: la la prescindible y la imprescindible (o esencial). Muchos trabajadores de cuello blanco (como yo) no volveríamos a nuestros lugares de trabajo, peroseguimosdesde nuestras casas; y muchos también, particularmente los proveedores de bienes de primera necesidad (como alimentos y medicamentos) continuaron operando, para la fortuna de los demás, algoque se discutió muy poco.

En sí, la Jornada de la Sana Distancia estuvo copada por ese dúo que formaron la informatitis ascéptica del gobierno, con conferencias diarias defrías estadísticas, y la asunción por parte de la ciudadanía de estas nuevas conductas preventivas. Una interacción en que, desde mi punto de vista, era muy notorio cómo el gobierno buscaba centrar la atención en los datos, y alejándonos de la tragedia que podía estar ocurriendo. Como si los sucesos fueran perfectamente previsibles y todo estuviera bajo control. No nos enterabade cuáles eran las condiciones y situaciones reales en que se estaba desarrollando la epidemia. Sólo se nos informaba de números: de camas, ventiladores, pacientes, sospechosos, difuntos y demás. A la vez que se aleccionaba reiteradamente a la ciudadanía por todos los medios habidos y por haber acerca de cuál era la conducta prescrita para cada caso. Toda una nueva disciplina social, que a su vez llevó a sendos debates sobre la libertad y los derechos individuales.Pero, a mis oídos,la pretendida co-responsabilidad entre gobierno y ciudadanía sonaba así: nosotros (el gobierno) estamos preparados para atenderlos a ustedes… pero de ustedes depende si se contagian o no. Mientras tanto, nadie mencionaba las decisiones tomadasrespecto a, por ejemplo, controlar la movilidad yel transporte de bienes y personas, una medida que se adoptó en otros países. Un tema que me preocupó mucho tras leer en un texto acerca de la historia de la epidemia de influenza de 1918 que el virus de aquel entonces se propagó por el mundo gracias a las redes de tráfico, en particular el marítimo.

Ahora nos encontramos habiendo supuestamente superado la etapa álgida,con la llamada nueva normalidad. Al parecer, cientos si es que no miles de personas están de nuevo en las calles de la capital (donde vivo), no pocasactuandocomo si la epidemia fuera cosa del pasado. Nueva normalidad con semáforo en rojo…  Mientras, el número de casos por día tiende a aumentar. Pero  ya se ha autorizado que los sectores de la construcción, la minería y la producción automotriz se activen nuevamente.Pasan entonces por mi mente un par deartículos periodísticos escritos hace poco. Unoafirma que, pase lo que pase, este año en México el coronavirus no va a matar a tanta gente como, por ejemplo, la diabetes; y otro, tomando en cuenta lo anterior,se pregunta cándidamente ¿qué tanto nos representa unasdecenas de miles de muertos por este virus de cara a la recuperación de la economía?Y entonces, vuelvo y me pregunto otra cosa: ¿en qué medidala ciudadanía, todo este tiempo, ha sido una suerte de rehén activo, primero, de un gobierno que ha asumido una responsabilidad parcial y, segundo, de una  economía que dormitó un rato, pero que desesperada, ya no puede más?

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