En el mundo postcovid reencontrarnos con la naturaleza tal vez no será suficiente

  • 1 julio, 2020

Leticia Durand

Durante estos meses de confinamiento una enorme cantidad de seminarios, coloquios y entrevistas en línea nos han dado la oportunidad de reflexionar sobre lo que la epidemia de COVID-19 significa, y nos han ayudado a sobrellevar el encierro, el aburrimiento y los temores y la ansiedad de estos últimos meses. Aunque por momentos parece aún pronto para tener certezas sobre la enfermedad y sus efectos, en esos eventos se ha reflexionado y discutido sobre casi cualquier aspecto imaginable de la epidemia. Un tema frecuente ha sido el origen del virus SARS-Cov-2 y como este se transmitió a los humanos[i]. En este sentido se ha explicado que el deterioro ambiental promueve zoonosis (enfermedades que afectan tanto a humanos como a otros animales) a medida que invadimos ecosistemas y nos acercamos a especies animales con las cuales no tenemos contacto frecuente. Lo mismo sucede cuando los animales silvestres son capturados y comerciados vivos en mercados como el ya tan famoso mercado de Wuhan, o cuando los animales son criados de forma masiva, en contacto estrecho, poca higieney con un uso intensivo de antibióticos; todos estos son factores que promueven la aparición de nuevas enfermedades en las grandes granjas avícolas, porcinas o de ganado vacuno.

Así, al parecer, la emergencia del SARS-Cov-2 está vinculada a la destrucción de los ecosistemas y los ecólogos y ambientalistas lo han señalado una y otra vez en estas últimas semanas. El cambio de uso de suelo, la deforestación, el comercio de animales silvestres son algunas de las actividades ligadas con la emergencia de nuevos virus capaces de saltar las barreras taxonómicas y enfermar a los humanos. Ante esta situación, los científicos consideran que es necesario transformar y reconstruir nuestra relación con la naturaleza y pasar de una actitud de dominación, explotación y control a una de respeto, empatía y cuidado considerando que nosotros los seres humanos, aunque somos una especie particular con atributos especiales, pertenecemos a la naturaleza y dependemos de ella. Procurar el bienestar y la salud de los ecosistemas y sus especies equivale a cuidar de nuestra propia salud.

Lo anterior suena sensato, pero a la luz de algunas discusiones recientes en las ciencias sociales, cabe preguntarse si pensar en reconciliarnos con la naturaleza es suficiente para encarar el mundo que nos espera después del SARS-Cov-2o si necesitamos una postura algo más radical. Me refiero a las propuestas de autores como Philippe Descola, Bruno Latour, Eduardo Viveros de Castro, DeborahDanowski, Rosi Braidotti, Anna Tsing y Donna Haraway por citar tan sólo algunos, que durante los últimos años nos advierten sobre la inoperancia de la dualidad sociedad-naturaleza, clásica de la sociedad moderna occidental, y de la necesidad de pensar el mundo en otros términos a fin, entre otras cosas, de encontrar salidas a la grave condición ambiental de nuestro planeta. La reflexión de estos autores nos lleva a pensar que la degradación ecológicaestá ligada la separación del mundo en los dominios de lo natural ylo social. De aquí surge la creencia del carácter excepcional del ser humano y de su independencia del mundo natural. Al sostener esta dicotomía se torna difícil superar nuestra situación actual, pues al mantener la centralidad del ser humano las relaciones de respeto, amor o cuidado a la naturaleza dependen del cálculo moral y de la disposición a aceptar ciertos preceptos éticos y actuar en concordancia. Como bien dice Rosi Braidotti, será difícil superar los problemas que nos aquejan con las mismas formas de pensar que nos llevaron a ellos, por lo que necesitamos observar el mundo y a nosotros mismos de otra manera.En lugar de convertirnos en seres benevolentes interesados en salvar otras especies y ecosistemas, talvez sea más útil o interesante definirnos como seres que no pueden vivir ni ser nada en aislamiento, seres profundamente conectados con otros miles de seres y objetos que colectivamente habitan un mundo que solo puede explicarse como producto de esta multiplicidad de relaciones. Para esto, talvez, habría que trascender las nociones de naturaleza y sociedad, tarea nada fácil pues no contamos aún con palabras o conceptos para sustituirlos, pero con muchosbuenos ensayos como aquellos que hacen referencia a los actantes (Latour), las especies compañeras (Haraway), la etnografía multiespecies (Kirskey), los hiperobjetos (Morton), el multinaturalismo (viveros de Castros y Danowski), Gaia (Latour, Stengers) y otros más que con certeza cobraran relevancia después de la pandemia de 2020 que nos ha tocado vivir.


[i] Ver por ejemplo las siguiente conferencias y seminarios todos disponibles en YouTube: Naturaleza y Pandemia. El Colegio Nacional, 1° de julio de 2020; Seminario Internacional Tópicos de Frontera en la sustentabilidad, Módulo 1. Degradación de ecosistemas y enfermedades emergentes, 14 de mayo de 2020, Módulo 3. Biodiversidad, 16 de junio de 2020; Webinario Internacional PosCovid/PosNeoliberalismo. La Pandemia y el futuro en América Latina: Naturaleza y un nuevo pacto social, 17 de junio de 2020.

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    • Roberto Melville
    • 16 agosto, 2020
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    Agradezco esta reflexión. Estamos cumpliendo 9 meses desde el primer caso conocido del Covid-19 y 5 meses de confinamiento. En el ámbito de los Centros Públicos de Investigación, las actividades docentes se intensificaron en este último cuatrimestre. Dar clase vía videoconferencia es agotador. Mantener el interés y la curiosidad por la materia es un reto para los profesores. Los estudiantes tienen que organizarse en los espacios de sus viviendas, con conexión de internet de calidad variable, y espacios compartidos o individuales, según cada caso, para prestar atención y participar en sesiones de dos o tres horas. Si tienen 3 o 4 materias tendrán que atender en los horarios correspondientes a sus clases. Todas las lecturas hechas en celulares, tablets o pantallas de laptops. las bibliotecas cerradas; con suerte se reprodujeron en pdf las lecturas obligatorias. En el CIESAS desde fines de marzo los estudiantes supieron que no habría trabajo de campo tradicional, y que tendrían que hacer ajustes a sus proyectos, para sacarlos adelante por medios virtuales. Los de doctorado están a la espera que la situación se normalice y mejore para partir de enero. Pero no sabemos qué comunidades, barrios o lugares estarán dispuestos a recibir investigadores. ¿Qué será de la enseñanza-aprendizaje de las ciencias sociales sin trabajo de campo, sin bibliotecas robustas como alternativa, sin la sociabilidad del aula?

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