¿Una nueva normalidad o una nueva realidad? El riesgo está en el presente acelerado de los tiempos.

  • 14 agosto, 2020

Estas son lecciones importantes para una época en que la destrucción
causada por la acumulación interminable se ha extendido hacia arriba
en el sistema climático mundial como hacia abajo en los substratos
microbiológicos de la vida en la tierra.

Artillería Inmanente, Anónimo, 03 de marzo 2020

En estos días definidos por el riesgo ante un posible contagio por el virus SARS Cov-2, mejor conocido como Covid-19, un virus que puede ser o no letal, pero del que hasta ahora se desconoce su vacuna o tratamiento eficaz, la sociedad del riesgo global ha reaccionado de formas muy variables, inesperadas, contradictorias e incluso en abierto desafío a ciertas disposiciones, regulaciones y leyes ordenadas por gobiernos municipales, estatales o federales.Incluso las autoridades de los distintos niveles han encontrado problemática la unificación de criterios y la definición de una política articulada que responda al escenario cambiante de la pandemia.

Comportamientos muy distintos entre los ciudadanos de una misma zona metropolitana, colonia, barrio, dependen en buena medida de sus posibilidades reales para practicar un confinamiento estricto. Para muchas familias de la clase media el confinamiento seguramente dio la oportunidad de recrearse y dedicar el tiempo necesario, siempre escaso, para atender los detalles de mantenimiento de la vivienda, arreglar, limpiar y deshacerse de los telebrejos y así hacer más agradable la estancia que podría prolongarse algunos meses más. Para otras familias, la necesidad de sustento es apremiante y bajo ningún motivo se le concedió una importancia más allá del primer o segundo mes. La vivienda lejos de ser un refugio es un espacio de pernocta pequeño en donde sus miembros no tienen mínimas condiciones de comodidad. La reclusión en casa, si es que pudo practicarse, demandó en los miembros de estas familias un sentido práctico, para retomar las actividades económicas informales.

Es por ello que la interacción social en las calles es completamente distintaen las zonas de clase media-alta y en las zonas más populares en cada una de las ciudades mexicanas.En algunas zonas parece que el corto periodo de reclusión infundió ataques de ansiedad en el grueso de la población que se volcó a las calles para atestar las avenidas comerciales, típicamente abarrotadas de puestos de comida, farmacias, súper, panaderías, etcétera. Las primeras señales de alarma, los mensajes reiterados de las autoridades sanitarias para mantener sana distancia o quedarse en casa surtieron efecto, fue como un balde de agua fría que no dio tiempo de reflexión; los mensajes equívocos, contradictorios y la vox populli que expresa la necesidad y exigencia de que la vida no puede detenerse, ha hecho migrar esta percepción sobre el riesgo de contagio.

En mi ciudad, San Luis Potosí, nos encontramos en semáforo rojo –inicio del mes de agosto- sin embargo, la vida, las actividades económicas, productivas han recuperado un aire de cotidianeidad y de “relajada” aceptación aun con los dispositivos preventivos. Pienso entonces en la importancia de la obra de la antropóloga inglesa Mary Douglas. Nuestros comportamientos responden a las distintas percepciones sociales sobre los riesgos y las amenazas. Estas percepciones no nacen en el vacío, sino que se forman en contextos culturales concretos, precisos. Lo cual quiere decir que aun cuando los individuos gozamos de un margen de independencia y autonomía para pensar, tomar decisiones y actuar, nuestras percepciones y comportamientos surgen a partir de la interacción social la cual ocurre dentro de marcos o estructuras económicas, culturales y políticas. La aceptabilidad del riesgo es el concepto que ayuda a entender un cierto grado de normalización, aunque el término es la aceptabilidad, puesto que lo que ocurre en todo caso es el acuerdo colectivo y tácito sobre ciertos planos de la realidad. Son estos los acuerdos que contienen una comprensión del mundo; las amenazas y riesgos son jerarquizadosy a partir de esto decidimos confrontarlas, correrlos, minimizarlos o desestimar su efecto o impacto.

Las autoridades sanitarias en varios países, junto con líderes de opinión y comunicadores han adoptado el rótulo de “la nueva normalidad”, para referirse a un estado indefinido de relaciones sociales en donde todo se ve trastocado por los riesgos y amenazas de contagio al virus del Covid-19. Y, no obstante, a pesar de los contratiempos, todo debe reencauzarse por los senderos familiares, conocidos, normales. En esta lectura la nueva normalidad parece sostenerse en la firme certidumbre de que todo, marcha de maravilla y la pandemia representa tan solo un tropezón, un inconveniente, una falla en los sistemas de control. Se podría sospechar que la nueva normalidad es un eufemismo, si nunca todo ha marchado muy bien que digamos. Que la nueva normalidad refiera ese periodo de tiempo en el que las relaciones entre los seres humanos se caracterizaron por extraños modos de demostración de la afectividad: uso de cubrebocas, caretas y guantes. A diferencia de otras pandemias que asolaron la humanidad en el pasado, la del Covid-19. saludos sin contacto físico y reuniones a distancia por medio de dispositivos electrónicos como la forma preponderante de interacción social, son indicativas de una nueva realidad. Una realidad que nos ilustra el contagio socialen su interfaz virológica. Los estudiosos de desastres hace tiempo llamaron nuestra atención para evitar el error de llamar “desastres naturales” a los eventos climáticos estimulados por la actividad humana. Hoy deberíamos extender la condición recombinada de naturaleza-culturaa la expresión cíclica de las pandemias nacidas en el seno de los sistemas productivos capitalistas. Desde la raíz fundamental de sistemas inmunológicos deprimidos, desde las tierras de los monocultivos de palma africana: la distopía es crónica degenerativa forma de habitar el mundo

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    • Roberto Melville
    • 16 agosto, 2020
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    Agradezco esta reflexión. Estamos cumpliendo 9 meses desde el primer caso conocido del Covid-19 y 5 meses de confinamiento. En el ámbito de los Centros Públicos de Investigación, las actividades docentes se intensificaron en este último cuatrimestre. Dar clase vía videoconferencia es agotador. Mantener el interés y la curiosidad por la materia es un reto para los profesores. Los estudiantes tienen que organizarse en los espacios de sus viviendas, con conexión de internet de calidad variable, y espacios compartidos o individuales, según cada caso, para prestar atención y participar en sesiones de dos o tres horas. Si tienen 3 o 4 materias tendrán que atender en los horarios correspondientes a sus clases. Todas las lecturas hechas en celulares, tablets o pantallas de laptops. las bibliotecas cerradas; con suerte se reprodujeron en pdf las lecturas obligatorias. No tengo idea de como han hecho en otras instituciones, pero en el CIESAS se avisó desde fines de marzo que no habría trabajo de campo tradicional, y que los estudiantes tuvieron que hacer ajustes a sus proyectos, para sacarlos adelante por medios virtuales. Los de doctorado están a la espera que la situación se normalice y mejore a partir de enero. Pero no sabemos qué comunidades, barrios o lugares estarán dispuestos a recibir investigadores. Quizás podemos intercambiar un poco de etnografía de lo qué estamos haciendo aquí, acá y acullá. ¿Qué será de la enseñanza-aprendizaje de las ciencias sociales sin trabajo de campo, sin bibliotecas robustas como alternativa y sin la sociabilidad de las aulas? Los arquitectos y los químicos tienen sus talleres y laboratorios dentro de las instalaciones universitarias. Pero nosotros, los estudiosos de la relación de la humanidad con la naturaleza y de las relaciones entre nosotros, qué orientaciones podemos encontrar en la tradición cultural y simbólica para guiar nuestras acciones. Cuál será la base económica de nuestras actividades en próximo año? Cómo navegaremos en el Mar de la incertidumbre?

    • Marco Stout
    • 14 agosto, 2020
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    La leí Mauricio, lo que citas “de la antropóloga inglesa Mary Douglas. Nuestros comportamientos responden a las distintas percepciones sociales sobre los riesgos y las amenazas. Estas percepciones no nacen en el vacío, sino que se forman en contextos culturales concretos, precisos.” Es lo que trabajo como infiguración, categoría del ingles F. Conford, el cual es un proceso por el cual algo en apariencia esta ausente pero esta internamente presente y que generalmente, aparece de manera clara en circunstancias donde esta en juego la sobrevivencia. Es muy interesante le concepto, porque la gran mayoría de nuestra cotidianidad así la resolvemos. ¿Cuántos no nos encomendamos a Diosito Santo ante un apuro emergente; o no rezamos a los santos del purgatorio por ayuda emergente, oración que nos enseño nuestra abuela? Y no me quiero meter a como resolvemos los problemas de sexualidad, fidelidad, compañerismo, crianza de niños, etc….

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