Diferenciar la urbanística y lo urbano



Marco Espinosa

Me presento. Soy antropólogo social de formación, pero muchos años de mi vida profesional los he dedicado a colaborar con los equipos de planeación urbana. He trabajado para las instancias de gobierno y como consultor para despachos. He participado en la coordinación y la realización de más de 50 planes urbanos, principalmente en el Estado de México, pero también en otras ciudades. De esta experiencia, sin embargo, no reivindico laantropología urbana como una sub-disciplina que vendría al caso. A mi parecer, lo que la antropología aporta al urbanismo se enmarca más bien en la vertiente de la antropología política. Por experiencia puedo decir que, aunque me he abocado más a los marcos institucionales de la planeación, siempre he topado con “lo urbanístico” y no con “lo urbano” que, como hemos visto en la sesión de la Resma de junio, es una distinción tan fina como importante que establece Lefebvre. Lo urbano es para el autor “una construcción siempre futura” y que en el presente se refiere a las relaciones sociales espontáneas. En los ámbitos institucionales de planeación urbana, Lefebvre es campalmente ignorado. Parafraseando a Foucault, una forma de reconocer un poder alterno es no hablar de él.

Por su punto de partida, el de diferenciar entre la urbanística y lo urbano, Lefebvre es el anti-discurso del urbanismo. La primera categoría aglutina las técnicas del ordenamiento de un determinado espacio; detrás está el discurso que busca establecer por medio del orden y el control del espacio un comportamiento de los individuos o grupos a que realicen en este lugar actividades específicas. Es incorrecto e incluso prohibido llevar a cabo otras actividades que no sean las prescritas. La segunda categoría, la de “lo urbano”, es la relación social mediada a través del espacio, donde se producen no sólo comportamientos espontáneos, sino que existe la posibilidad de que se produzcan actividades y relaciones distintas, variables y no programadas.

Esta diferencia que establece Lefebvre es radical si la comparamos con el discurso oficial del urbanismo. El autor pone en entredicho la existencia del urbanismo como una cuestión consustancial al ser humano. Demuestra que el discurso del urbanismo aparece a partir del predominio de la industrialización. Es una cuestión histórica, no de la “naturaleza humana” fija.

“El urbanismo como ideología formula todos los problemas de la sociedad como cuestiones de espacio y transpone todo lo que viene de la historia … formulándolo en términos espaciales. Puesto que la sociedad no funciona de un modo satisfactorio, ¿por qué no hablamos de una patología del espacio?” (Lefebvre 197?: 61).

Lefebvre argumenta a lo largo del libro que lo urbano es “una potencialidad” y lo resume así: “lo urbano” persiste en estado de actualidad dispersa y alienada, en estado de germen, de virtualidad… De ahí que sea imposible concebir la reconstitución de una ciudad antigua: sólo es posible la construcción de una nueva ciudad, sobre nuevas bases, a otra escala, en otras condiciones, en otra sociedad” (p. 125). Lo urbano no es un destino manifiesto y mucho menos un plan divino inamovible: Tenemos todo lo necesario para crear un mundo, una sociedad urbana o “lo urbano” desarrollado. Pero este mundo está ausente; esta sociedad está ante nosotros únicamente en estado de virtualidad. Corre el riesgo de perecer siendo sólo el germen (p. 119).

La propuesta de Lefebvre consiste en documentar la relación urbana, una relación que es potencial o de factibilidad. Es algo que se percibe como inminente, pero aún no es un hecho concreto; lo urbano nunca existe como un sistema acabado. Éste es un cuestionamiento a fondo del discurso urbanístico corriente.

En ocasiones se habla de lo urbano con ligereza, se lo entiende más desde el lenguaje coloquial, antes que una categoría científica. Se cree que el ordenamiento urbano, o el que sea, es propio del ser humano, tan propio como lo sería la razón misma que lo define como tal. Pues bien, se trata de meras construcciones históricas. El que existan elementos y agentes sociales similares en diferentes momentos históricos o sistemas no implica comportamientos iguales; todo depende de cómo se combinen en cada sistema o un momento determinado. Esto indica que todo sistema social humano, al igual que en la naturaleza, está abierto a otros sistemas que llamamos ambiente, por lo tanto, siempre existirá la posibilidad de alternativas. Si esto no fuera así no podría darse la evolución, esto es, el surgimiento de novedades en la naturaleza.

Al asumir la tesis de Lefebvre, asumimos posiciones incomodas ya que sus escritos plantean problemas, no soluciones. A la urbanística le encanta dar soluciones. De los problemas que plantea “lo urbano” como una relación en marcha habrá que destacar los siguientes:

·         El autor define la ciudad como una red de circulación y comunicación, como un centro de informaciones y toma de decisiones… (p. 61). Así plantea la necesidad de especificar las diferencias y similitudes de la ciudad industrial en relación con la de servicios y con la ciudad antigua. Es un problema de cortes históricos y, por lo tanto, de niveles de interrelación de la ciudad con los sistemas productivos locales y globales.

·         Otro problema es la cuestión ambiental. Me refiero a la diferencia y la relación entre el espacio urbanizado y el territorio que alberga la ciudad, que es, si mal no entiendo, nuestra principal problemática de cómo el entorno urbanizado se impone al territorio “natural” generando alteraciones considerables y que estamos conceptualizando como “naturaleza urbanizada”.

·         La categoría principal, la de la relación social implícita en lo urbano que antecede al espacio urbanizado se entiende a partir de la afirmación del autor de que la vida urbana todavía no ha comenzado (p. 127). Es un proceso en marcha y así será.

La práctica me comprueba que la construcción del espacio urbano es producto de la organización social, es decir, es la praxis social de los grupos y los actores sociales la que se concreta en las formas que adquiere luego el espacio urbanizado. Por lo demás, es difícil abordar categorías y análisis si no se parte de una referencia territorial o espacial específica; se requiere aplicar los conceptos a parir de una problemática y un espacio definidos. En este tipo de análisis habrá que considerar el trabajo de equipo, por lo demás, interdisciplinario. No es posible que una persona pueda abarcar las diferentes facetas que se presentan.

Partiendo de la metodología de Lefebvre estoy trabajando en un ejercicio de cómo en el Valle de Chalco, un espacio concreto en la Cuenca del Valle de México, las sucesivas ocupaciones humanas en los periodos históricos de las que se tiene registro modificaron el espacio habitable y la estructura del territorio disponible. Considero que Lefebvre tiene razón: son las relaciones sociales de “lo urbano” y no la planeación gubernamental o “la urbanística” que la acompaña desde la academia, las que le dieron la forma final al asentamiento humano en cuestión. Este ejercicio lo hago con la pretensión de poner en la mesa de trabajo un intento de aportar al análisis y discutir el asunto de manera interdisciplinaria. Me interesa lo que se dice en la Resma. Si este ejercicio resulta útil, se podría hacer algo similar en otros casos de espacios urbanos, de ciudades con dinámicas y características diferentes.

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