A propósito de la lectura de Swyngedouw 2006, Circulations and metabolisms: (Hybrid) Natures and (Cyborg) cities.

Leonardo Tyrtania

Mujer joven, manos al teclado, me mira como si fuera yo la pantalla. Su rostro iluminado me hace preguntar qué es lo que ve. Cobijada por la fiera, no niega su pertenencia natural animal. Cuando logro desprenderme de la mirada de mujer y fiera, advierto que el cuadro se compone de varios planos. ¡Es un códice! Nada sobra en él, todo tiene sentido, aunque cada quien lee lo que le es dado entender. Cielo negro estrellado de fondo, infinito e inmóvil. Las fórmulas del cuadro, sin embargo, que hacen de interface suspendida en el vacío, advierten que nada es para siempre. Una ecuación de matemáticas del caos, borrosa e impenetrable para mí, aparece sobre el diáfano pizarrón. Un juego de azar pretende ser resuelto mediante símbolos de Venus y Marte. Los gráficos a ambos lados son modelos de un mundo que admite diferentes descripciones. A la izquierda, un fractal como matriz de la complejidad. Abajo, el diagrama del agujero negro que refiere una implosión de tiempo y espacio. Nada que ver con el sentido común, todo eso sólo es comprensible desde las matemáticas. A la derecha, dos imágenes de la galaxia en que estamos, generadas por dispositivos diferentes, una computadora y varios telescopios. ¿Cómo es que coinciden? Me viene a la mente la pregunta de Stephen Hawking: ¿Qué es lo que arde en nuestras ecuaciones para que puedan develar la estructura del Universo? El personaje y su felina/o protector/a no parecen incomodarse ante el grado de dificultad del conocimiento que se insinúa en el cuadro. Encontré en la Internet que la modelo fue una estudiante universitaria norteamericana de origen asiático. El cuadro ilustra la portada de Simians, Cyborgs, and Women, de Donna Haraway, que incluye el ensayo “A Manifiesto Cyborg”, de 1983. Haraway y Randolph se conocieron: los esquemas lógicos conectan entre sí a las personas y a éstas con la realidad mediante dispositivos socialmente autoconstruidos sobre la marcha. Nada es previo a nuestro conocimiento. Si se pudiera resumir el mensaje del cuadro en una frase, yo diría que es “Todos somos naturalmente cyborgs”. Algunos de nuestros dispositivos son orgánicos, otros extra-corporales, pero todos trabajan al son de la mecánica cuántica que domestica el azar. El yo y el mundo se compenetran. El teclado es parte del paisaje prolongándose el ser y el estar en una realidad en obra. El accidentado panorama de colectivos no humanos incluye montañas artificiosas. Todas lo son mientras obedezcan la ley de gravedad que la física declara universal, pero de cuyo misterio no tiene la clave ni nunca la tendrá. Más allá de nuestra incomprensión individual y colectiva del mundo, seguimos en él. Porque somos naturaleza. Interconectados en diferentes planos, mediante distintos códigos, vamos cambiando con ellos siguiendo la evolución. El concepto de naturaleza que justificaba nuestro papel de dueños del mundo dejó de fungir. ¿Qué es ahora la naturaleza? ¿Una tarea híbrida? Es una hipótesis plausible. La pregunta es cómo volverla hipótesis de trabajo.

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